Nota aclaratoria: Yo no creo que la doctrina del bautismo infantil sea de la esencia de la fe cristiana. Trabajo con bautistas reformados y reconozco que lo que nosotros tenemos en común es mucho más importante que lo que nos divide. Siempre he dicho que no es sabio en la guerra señalar a sus amigos. No obstante, creo que el bautismo es una doctrina sumamente importante. Yo no crecí como Presbiteriano ni paedobautista.1 Llegué a estas convicciones como adulto. Cuando bautizamos a nuestra primera hija hace casi una década, invité a mi mamá y le pregunté que si ella quería asistir al bautismo de Ester. Me respondió: ¿Quieres decir, dedicación, verdad? Cuando le dije que me había escuchado correctamente, me dijo que no éramos católicos y que ¿por qué bautizaba yo a su nieta? Esa fue la primera vez de muchas que tuve que explicar o defender mi creencia. Este estudio es el producto de mis propias luchas y reflecciones sobre esta doctrina. Se lo ofrezco al lector en el espíritu de hermandad y amor. No tengo deseo de pelear ni de criticar a mis hermanos bautistas en la fe. Les invitoa responder si en algo creen que estoy equivocado. Que el Señor les bendiga a través de este estudio y que haga crecer su Iglesia para honor y gloria de Cristo ahora y por todas las generaciones.
1. Introducción
El teólogo bautista Fred Malone dice que los teólogos reformados voluntariamente admiten que no existe ningún mandamiento o ejemplo en todo el Nuevo Testamento de un mandamiento positivo de bautizar a los infantes de los creyen- tes.2 Lo que asevera es cierto. Además, los bautistas, debido a su concepto de la iglesia, argumentan que una evidencia demostrable de la participación real de la persona en Cristo es necesaria para bautizarla. La membresía en la iglesia cristiana es una membresía estrictamente espiritual, y estos reciben la ordenanza del bautismo voluntariamente, en obediencia al mandamiento de Jesucristo.3 Los que están investigando la fe y los niños inconversos de los creyentes no tienen derecho a la membresía ni a las ordenanzas de la iglesia. Dice Jeremiah B. Jetter sobre los sujetos adecuados del bautismo:
Si el paedobautismo es una ordenanza divina, obliga a todo padre cristiano. Las escrituras fueron escritas para su instrucción en la justicia. ¿No extraña que no contienen ninguna informa ción clara con respecto al rito? El deber de los padres israelitas de circuncidar a sus hijos, y el de bautizar a todo creyente, se expresan con suficiente claridad, pues un niño los puede ver por escrito a plena luz; no obstante, el deber de los padres de bautizar a sus hijos sólo se halla por una búsqueda aplicada y una interpretación ingeniosa de las Escrituras, y multitudes hay que no lo pueden encontrar en modo alguno.4
Según estos dos teólogos (y acepto sus conclusiones como representativas de los bautistas en general), ambos aseveran que el único mandato explícito que contiene el Nuevo Testamento es el de bautizar a los adultos confesantes. Los dos acuden al mismo pasaje para dar la evidencia definitiva de un mandamiento explícito para bautizar a adultos. Malone dice:
Los bautistas a menudo rechazan el paedobautismo presbi- teriano, demostrando que la teología pactal de los paedobautistas erróneamente permite que la “buena y necesaria consecuencia” de la circuncisión del Antiguo Testamento obvie la única institución positiva del bautismo en el Nuevo Testamento, a saber, que se le aplica sólo a discípulos.5
Jetter apoya lo que asevera Malone cuando escribe:
El bautismo es una institución positiva o legal. No es obliga- torio excepto por la voluntad divina, y conforme con la revelación de la misma a nosotros. La cuestión al respecto debería ser —no, ¿Qué opinas tú? sino, ¿Qué lees tú? [El bautismo] es lo que Dios quiere que sea —nada menos y nada más. ¿Nos dirigimos, pues, a la ley del bautismo cristiano? Mateo 28:19–20 dice: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñán- doles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Toda ley positiva debe ser estrictamente interpretada. El mandamiento de hacer discípulos y bautizarlos difiere en gran manera del manda- miento de bautizar a las personas y después hacerlas discípulos.
¿Cómo entendieron los apóstoles a su gran comisión? “Enseña a todas las naciones, bautizándolas” —no a todas las naciones en masa, a los buenos, los malos o indiferentes, sino a los discípulos instruidos; “enseñándoles” a los discípulos bautizados.6
Tanto Malone como Jetter reconocen que en el todo el Nuevo Testamento, el único mandamiento positivo que esta- blece sin lugar a dudas quiénes son los sujetos del bautismo cristiano, es el mandamiento de Jesús en Mateo 28. Ofrecemos un comentario más de Malone:
El paedobautismo se fundamenta en gran parte en un mal uso de la “buena y necesaria consecuencia”, o inferencia, de los sujetos de la circuncisión del Antiguo Testamento. Sin embargo, el credobautismo fundamenta su doctrina de los sujetos del bautismo sobre una ordenanza positivamente instituida, necesariamente contendida en las Escrituras… Así pues los bautistas pactales se aferran a las palabras mismas, instituidas en las Escrituras, para formular su doctrina de los sujetos del bautismo (i.e. discípulos solamente) en vez de una inferencia posiblemente errónea de los sujetos de la circuncisión. La hermenéutica consistente exige que un sacramento instituido (una ordenanza) se adapte a las pala- bras de institución que se encuentran en la Escritura, inclusive la identificación de sus sujetos. El único bautismo instituido en la Escritura es el bautismo de discípulos solamente. La “inferencia” sola no es capaz de señalar los sujetos “necesarios” del bautismo.7
Los bautistas sostienen tres cosas: 1) no existe ningún mandamiento positivo o directo en todo el Nuevo Testamento que nos exija bautizar a nuestros infantes; 2) Jesucristo mismo, cuando instituyó el sacramento del bautismo cristiano, señaló sólo a los discípulos como los sujetos apropiados de la orde- nanza y que este mandamiento es el único mandamiento positivo que nos dice quiénes son los que tienen acceso al bautismo; y 3) los discípulos son todos aquellos que han dado evidencia suficiente que han sido regenerados por el Espíritu Santo y por eso tienen derecho a ser miembros de la iglesia por medio del bautismo.
Los Reformados y Presbiterianos admiten que el Nuevo Testamento carece de evidencia explícita para la práctica del paedobautismo. Berkhof dice,
Debe decirse desde el principio que no hay un mandato explí- cito en la Biblia para bautizar a los niños, y que no hay un solo ejemplo en el que con toda claridad se nos diga que los niños fueron bautizados.8
También dice que “el Nuevo Testamento no contiene evidencia directa para la práctica del bautismo infantil en los días de los apóstoles”9 Estas dos admisiones son sorprendentes. En vista de todo lo anterior, planteo la siguiente pregunta: Si no hay ningún mandamiento positivo en todo el Nuevo Testamento de bautizar a los niños de los creyentes, ¿por qué lo hacen los paedobautistas? ¿Estamos por encima de las Escrituras?
2. Defensas tradicionales de la práctica del paedobautismo
Antes de continuar, vale la pena repasar en breve los argumentos tradicionales en defensa de la práctica del paedo-bautismo. En breve, la siguiente lista es un resumen de los argumentos tradicionales a favor del paedobautismo. Tomen en cuenta que estos son resúmenes y no argumentos completos. Es posible que en ciertos casos sean simplificaciones inade- cuadas de argumentos más complejos. Por eso, ninguno debe juzgar la validez de ninguno de los siguientes argumentos con base en el presente resumen.10
1. La continuidad del pacto: Se argumenta que el pacto hecho con Abraham, siendo un pacto espiritual, fue señalado y sellado por medio de la circuncisión. La circuncisión era un rito con significado espiritual y les fue aplicada a los infantes varones y a todo varón que pertenecía a la familia. Este pacto sigue vigente y, según Berkhof, es “en esencia idéntico con el (nuevo pacto) de la presente dispensación”.11 Porque así lo quiso Dios, los infantes participaban de los beneficios del pacto y por eso recibían la señal y sello de la circuncisión. Ya que en la nueva dispensación, el bautismo ha venido a sustituir a la circuncisión, los mismos sujetos de la circuncisión bajo en Viejo Pacto son los mismos bajo el Nuevo (Col. 2:11–12). De igual manera, los niños del Nuevo Pacto reciben la señal y sello de Cristo que es el bautismo cristiano.
2. Bautismos familiares: En el libro de hechos, repe- tidas veces vemos que los apóstoles bautizan a familias enteras (Hch. 16:15, 33; 1 Cor. 1:16). Si bien no se dice explícitamente en ninguna parte que estas familias contenían niños, se argumenta que es muy probable que sí. Es difícil creer que en todas estas familias no hubiera ningún niño. También es difícil creer que los apóstoles, sin mencionar nada, excluyeran a los niños que hubiera del bautismo cristiano. Berkhof también dice: “si los había, resulta moralmente cierto que ellos fueron bauti- zados juntamente con sus padres. El Nuevo Testamento, ciertamente, no contiene evidencias de que personas nacidas y crecidas en familias cristianas no hayan sido bautizadas y no hayan profesado su fe en Cristo sino hasta que llegaran a los años de discreción. Ni hay la más ligera alusión a práctica semejante”.12
3. La historia de la Iglesia cristiana: Es claro que desde
muy temprano, la Iglesia bautizaba a los niños. Orígenes dice que el bautismo de los infantes era una tradición apostólica, “Porque pasaba esto también, que la iglesia tenía desde los apóstoles una tradición (o una orden) de bautizar también a los niños”.13 Berkhof también observa que en el Concilio de Cartago (253 d.C.), la disputa era si los niños debían o no ser bautizados antes de los ocho días. Berkhof asevera que la legitimidad del bautismo infantil no se ponía en disputa hasta los anabaptistas en los tiempos de la Reforma Protestante.14 Mientras que la historia y la tradición de la iglesia tienen mucho peso, todos reconocen que sólo porque una práctica tiene pedigrí no significa que sea bíblica y legítima. Mientras que los varios ejemplos históricos prestan peso a una práctica, por si sola, no es un argumento definitivo.
4. Mateo 19.14: “Pero dijo Jesús: Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Varios teólogos reformados acuden a este texto para decir que porque Cristo invita a los niños a ir a él, por tanto los debemos bautizar. Por sí solo, es posible que no haya un argumento más débil a favor del bautismo de los niños. Este texto es, sin lugar a dudas, precioso y significa mucho para nuestros hijos, pero difí- cilmente nos otorga una base sólida para el bautismo de los infantes.
5. Hechos 2.38–39: En este texto, Pedro predica en el día de Pentecostés: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. Para muchos, este texto es inconquistable e irre- futablemente enseña que las promesas del pacto también pertenecen a los niños de los creyentes. No obstante, aunque este texto pareciera ser inatacable, un hermano bautista me respondió una vez que lo que Pedro dice es que la promesa del evangelio es para los judíos, sus hijos y los gentiles (a saber, los que están lejos). Aunque yo argu- mentaba que no podía ser el caso porque Pedro todavía no entendía el verdadero alcance del Evangelio, mi amigo quedó poco convencido. No obstante, este texto ha sido una parte importante del argumento paedobautista para demostrar que los niños de los creyentes también son reci- pientes de las promesas y por tanto deben ser bautizados.
6. 1 Cor. 7.14: Pablo dice aquí que los hijos son santos por causa de un padre que es creyente. Parece que Pablo se refiere a la distinción entre lo limpio y lo inmundo, tal como se halla en la ley. En otras palabras, los niños de este padre no son iguales a los del mundo, sino que son separados en virtud de la fe de su padre. Se ha usado para mostrar que los hijos de un creyente son especiales y no comunes como los niños de los incrédulos. Por tanto Dios los está llamando, incluso desde la infancia, y por eso deben ser bautizados.
Sin duda, hay otros argumentos que no incluí y no dudo que los argumentos que acabo de repasar son insuficientes e incompletos. Lo que quiero observar es que estos argumentos constituyen un grupo de argumentos tradicionales dirigidos a favor del paedobautismo. No obstante los miles de páginas que han sido redactadas para publicar detalladamente estos argumentos, hay muchos que todavía no están convencidos. La verdad es que ninguno de estos argumentos por sí solo tiene la capacidad de sostener la práctica del bautismo de infantes. Como un conjunto son más eficientes. Sin embargo, son confrontados con un gran número de argumentos en su contra. Si bien los teólogos paedobautistas han redactado cientos de miles de páginas que cabal y expertamente contestan las objeciones de los credobautistas, el esfuerzo ha resultado en gran medida infructuoso.
Para muchos, no les satisface ningún argumento en pro del bautismo de infantes a menos que haya un mandamiento explícito a su favor. Como me dijo un amigo bautista reformado: Es posible que me convenza. Pero sólo si me puede mostrar en la Biblia donde Jesús o uno de los apóstoles lo manda. Acepto el reto. Pero primero, contestemos unas cuantas preguntas preliminares.
3. Preguntas preliminares
Antes de abordar el tema de los sujetos, o recipientes, del bautismo, tenemos que poner en claro unos cuantos términos o conceptos claves.
3.1. ¿Qué es un sacramento?
La ordenanza del bautismo es uno de los únicos dos sacramentos que tiene la iglesia cristiana.15 Por esta razón es bastante importante que definamos qué es un sacramento. El catecismo menor de Westminster dice que “un sacramento es una ordenanza sagrada instituida por Cristo; en la cual, mediante signos perceptibles, Cristo y los beneficios del Nuevo Pacto, son representados, sellados y aplicados a los creyentes” (1 Cor. 1:23, 26; Mt. 26:26–28; 28:19; Mr. 14:22–25; Lc.22:19–20; Gn. 17:7–10; Éx. 12; Gl. 3:27; 1 Cor. 10:16–17; 11:23, 26)16. Si un sacramento así se define, como una orde- nanza instituida por Cristo mismo, entonces el bautismo sí es un sacramento y no es opcional, sino obligatorio para todo creyente, en obediencia a Cristo mismo. Pero ¿dónde instituye este sacramento para ser observado en la iglesia cristiana hasta el fin del mundo?
3.2. ¿Dónde instituye Cristo el sacramento del bautismo cristiano?
Tanto bautistas (i.e. Malone y Jetter, et. al.) como los paedobautistas reconocen que Cristo mismo instituyó el sacra- mento del bautismo en Mateo 28:16–20 (en particular v19) cuando comisionó a sus discípulos, enviándolos ahora como apóstoles, investidos de toda la autoridad de Cristo para hacer discípulos, bautizándolos en el nombre del Dios trino y enseñándoles todo lo que Cristo les había enseñado. Este texto es la institución, el comienzo, la fuente de autoridad divina para nuestra práctica actual del bautismo en la iglesia cristiana. Nadie discute que aquí Jesús instituye la práctica.
3.3. ¿Qué significan las palabras de Jesús en Mateo 28:19?
Cristo instituyó el sacramento del bautismo cristiano con las siguientes palabras: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;…” ¿Qué quería decir Jesús con estas palabras y cómo las entendían los apóstoles?
Primero, una traducción alternativa de estas palabras sería:
“Por lo tanto, habiendo ido,17 hagan discípulos a todas las naciones (o gentiles, paganos), bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que les mandé…”
El valor de esta traducción es que nos permite ver con bastante claridad el verbo principal de la comisión, aislado del resto de la oración. No es: ir, bautizar o enseñar. Todas estas son actividades que hacemos mientras que realizamos el mandamiento principal de la comisión apostólica: “Hagan discípulos”. ¿Cómo funcionan los otros elementos (ir, bautizar y enseñar) con respecto al mandamiento de hacer discípulos? Los tres elementos, ir, bautizar y enseñar18 son participios adverbiales en griego. Un participio adverbial califica al verbo y concuerda con el sujeto en género, número y caso.19
El contexto implicaría que estos participios adverbiales son participios modales, es decir, participios que describen la manera en la que la acción del verbo principal se realiza. Quiero aclarar, estos participios no son instrumentales. Los discípulos no se hacen por medio del bautismo o por la enseñanza. El bautismo y la enseñanza describen la manera del discipulado, o la vida del discípulo. Las palabras de Jesús nos dejan en claro la manera de la comisión apostólica. Los apóstoles, yendo a todo el mundo, tenían que hacer discípulos de Jesús, bautizándolos en el nombre del Dios trino y enseñándoles toda la voluntad divina, tal y como Jesús se la entregó (1 Cor. 15:3).
3.4. Según Jesús, ¿Quiénes deben recibir el bautismo cristiano?
Pareciera lo más claro y evidente que Jesús, cuando instituyó el sacramento del bautismo cristiano, nos dijo sin lugar a dudas quienes son los sujetos del bautismo: los discípulos. ¿Estamos de acuerdo, entonces, con Malone y Jetter? ¿No derroca por siempre el argumento de los paedobautistas de que los niños de los creyentes también tienen derecho al bautismo? Sí, no y no. Sí estamos de acuerdo con Malone y Jetter que “la única institución positiva del bautismo en el Nuevo Testamento” es la de bautizar “sólo a discípulos”.20 Junto con Malone, nos aferramos a las mismas palabras de las Escrituras21 y confesamos con él que “El único bautismo instituido en la Escritura es el bautismo de discípulos solamente”.22 En este sentido, vamos de la mano con Malone y Jetter. Sin embargo, esto no quiere que tengan razón en cuanto a que los niños son excluidos de facto de la ordenanza del bautismo. Tampoco estamos de acuerdo con ellos que sólo adultos confesantes sean discípulos. Si se puede demostrar que la Biblia considera a los niños como discí- pulos también, entonces lógicamente también tienen derecho al sacramento del bautismo que Jesús mismo manda aplicar a todos los discípulos.
4. ¿Quiénes son discípulos?
Ya hemos dicho que el bautismo no hace que alguien sea un discípulo. Es más, son sólo los discípulos quienes pueden ser bautizados. Nos es preciso plantear la pregunta: ¿Quiénes son discípulos?
4.1. ¿Qué es un discípulo?
La palabra discípulo, μαθητής en griego, aparece por lo menos 250 veces en el Nuevo Testamento, solamente en los Evangelios y Hechos. Tampoco aparece en la Septuaginta. No obstante, aunque el término no aparece sino en los Evangelios y Hechos, nadie puede negar que toda la Biblia está repleta del concepto del discipulado. De todos modos, por el momento, nos limitaremos a los Evangelios y Hechos para establecer el significado del término μαθητής (discípulo).
En primer lugar, el significado básico de la palabra μαθητής es: seguidor, alumno o pupilo.23 En los Evangelios, el uso de la palabra denota, en casi todos los ejemplos,24 los hombres que se unieron a Jesús como su Maestro o Señor.25 Este discipulado no era meramente externo, sino que también tocó toda parte de su vida, física y espiritual. En los Evangelios, los discípulos de Jesús incluían a todos los que él llamó. Incluían a los doce (οἱ δώδεκα) además de muchos más que le seguían. La Biblia da los siguientes ejem- plos de quienes eran los discípulos de Jesús:
1. Los doce eran sus discípulos (Mt. 10:1; 11:1; 20:17)
2. El hombre que quería enterrar a su padre antes de seguir a Jesús se llama “otro de sus discípulos”. (Mt. 8:21)
3. Muchos otros que le seguían por un tiempo durante su ministerio terrenal, los cuales se distinguen de los doce ( Jn. 6:60–71).
4. Jesús mismo escogió a Judas Iscariote aunque sabía que
era diablo ( Jn. 6:70).
5. Los 72 que Jesús envió (Lc. 10:1)
Hay otros ejemplos también de los que seguían a Jesús y se consideraban como discípulos. Por ejemplo, en Lucas 6:17, “Descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano; y había una gran multitud de sus discípulos, y una gran muche- dumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón” (BLA, énfasis mío). Es evidente que aunque Cristo había escogido a los doce para ser sus discí- pulos más íntimos (y de entre ellos escogió a un grupo aún más pequeño), él tenía muchos discípulos que le seguían y aprendían de él. Al final, aunque eran discípulos, todos lo abandonaron, inclusive los doce. Es interesante que Lucas haya hecho uso del término μαθητής hasta el capítulo 22:45 de su Evangelio, cuando Jesús es arrestado en el huerto, y no vuelve a usar el término hasta Hechos 6:1, refiriéndose a la comunidad de los creyentes. ¿Puede ser que habiéndolo aban- donado, traicionaron a su maestro y dejaron de ser, en los ojos de Lucas, discípulos, hasta que Cristo después de su resurrección los restaura a sí mismo?26
Los discípulos de Jesús eran bastante diferentes de los discípulos de los filósofos griegos y de los rabinos judíos. Los discípulos griegos y judíos se unían a sus maestros, los cuales representaban una tradición o enseñanza filosófica, y la meta era llegar a superar al maestro, ser maestros ellos mismos y tener sus propios discípulos. Pero en el caso de los discípulos de Jesús, no se unieron a una tradición ni a una enseñanza, sino a una persona. Cristo llamó a sus discípulos a seguirle a él y eso los distinguía de los discípulos de cualquier otro rabí o maestro.Hay una característica más de los discípulos de Jesús que los distinguen de los discípulos de los griegos o de los rabinos judíos. A diferencia de ellos, los discípulos de Jesús no iniciaban debates con su maestro. Sólo sus enemigos enta- blaron debates con Jesús. Los discípulos de Jesús eran “oyentes” y él les enseñaba su Palabra. Ellos sólo le hacían preguntas cuando no entendían lo que había dicho.27 La única postura apropiada para los discípulos de Jesús era una de obediencia. Si ellos permanecieran en su Palabra, serían sus discípulos y conociendo la verdad, serían libres ( Jn. 8:31). Jesús no tenía par. No era posible que sus discípulos le superaran. Era único y sus palabras eran palabras de vida. Para ser su discípulo, tenían que recibirlo tanto a él como sus mandamientos. Ningún otro maestro en la Antigüedad exigía esta clase de fe de sus seguidores.
4.2. Conclusiones preliminares
De lo anteriormente dicho, concluimos que:
μαθητής no es sinónimo de regenerado: Sería un error creer que solamente los regenerados son discípulos. Bíblicamente sólo los regenerados son de verdad discípulos espirituales de Jesús. No obstante, no debemos ser más papistas que el Papa o más bíblicos que la Biblia. Pues, la Biblia misma, como hemos visto, aplica el término μαθητής a una gran variedad de personas. Por ejemplo, los doce son μαθηται (discípulos), pero Judas Iscariote era un diablo, traicionero y reprobado. No era regenerado y sin embargo, Jesús mismo lo llama discípulo. Ya vimos que había mucha gente que seguía a Jesús y la Biblia los llama “discípulos”. No obstante, lo abandonaron. Es posible que alguien sea un discípulo externamente, sin ser regenerado (¿todavía?) por el Espíritu Santo de Dios. En este contexto, vale la pena notar que Jesús, en Mateo 28, no les dice a sus discípulos: “Id y convertid a las naciones, bautizándolos…”. Más bien, dice, “haced discí- pulos”. La iglesia no puede regenerar ni convertir a nadie. Esa es la tarea de Dios el Espíritu Santo. La iglesia, con su tarea apostólica, sólo puede hacer discípulos. La tarea de regeneración y conversión pertenece a Dios. Es posible, aunque no tiene que ser el caso, que muchos sean discípulos antes de ser regenerados.
No se requiere que alguien tenga un conocimiento completo o maduro para ser un μαθητής: Los discípulos aprendieron de Jesús por tres años y todavía la Biblia nos dice que ellos mismos no entendían muy bien su enseñanza (hasta después de su resurrección). La Biblia nos dice que ellos creían en Jesús: “manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él” ( Jn. 2:11). Pero esto dice la Biblia justo después de su milagro en la boda de Caná. La verdad es que tenían muy poco conocimiento verdadero de su naturaleza, su persona o su obra. Siempre Juan nos recuerda: “Sus discípulos no entendieron esto al principio” ( Juan 12:16; ver también 16:19ss). Ellos no podían haber articulado las doctrinas de gracia, y mucho menos una soteriología sistemática. Su fe consistía en una confianza en la persona de Jesucristo que era el Mesías prometido. No fue hasta después de su resurrección que entendieron todo lo que su Maestro les había dicho en cuanto a sí mismo. Los doce discípulos, llamados y aceptados por Jesús como discípulos, no podrían hoy ser recibidos y bautizados en muchas igle- sias contemporáneas que exigen, en vez de una fe sincera en Jesús, un conocimiento intelectual maduro de las doctrinas de la gracia. Sin embargo, bíblicamente hablando, este cono- cimiento maduro o desarrollado no era lo que caracterizaba a los discípulos de Jesús.
4.3. Los discípulos en el libro de los Hechos
En Hechos, Lucas hace uso del término μαθητής como sinónimo de cristiano o de un miembro de la comunidad cristiana. Por ejemplo:
En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria… Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. (Hechos 6:1, 7) Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:… (Hechos 9:10) Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía. (Hechos 11:26) De Hechos 6:1 al 21:16, discípulo y cristiano son sinó- nimos. Muchas veces se refiere a los discípulos, hablando de todos los cristianos de un lugar (p.ej. Hch. 21:24).
4.4. ¿Eran los niños también considerados como discípulos?
Los primeros cristianos se llamaban discípulos y este término se aplicaba a toda la comunidad, tanto a adultos confesantes como a sus hijos. Ya hemos visto que un conocimiento maduro de las doctrinas de Dios no era un requisito para ser un discípulo de Jesús. ¿Será que los niños también son incluidos?
En Hechos 16:1 dice:
Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.
Timoteo, como adulto, se llama un discípulo y según hemos visto, por este término Lucas nos quiere señalar que era un cristiano. Pero planteamos la pregunta: ¿cuando comenzó a ser discípulo? En 2 Timoteo 3:14–15 aprendemos que Timoteo era un discípulo desde su infancia:
Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.
Un discípulo es un oyente, un alumno, un pupilo, alguien que aprende a caminar en las sendas del Señor. Para algunos, esta jornada no comienza hasta que son adultos. Pero para otros, como Timoteo, comienza en su infancia. Es decir, algunos llegan a ser discípulos por conversión y otros por nacimiento.
A los que nacen en la vida del discipulado, los padres tienen la especial obligación de llevarlos a Jesús, de darlo a conocer a su familia, y de caminar con su familia en la fe (Mt. 19:14). Pablo le dice a Timoteo que esta fe que tiene es su herencia, porque la aprendió de su abuela y de su madre, dos mujeres dedicadas a Dios: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (1 Tm. 1:5). Pablo instruye a los Padres a hacer lo mismo que estas mujeres:
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. (Ef. 6:4)
Nuestros hijos nacen en una vida de discipulado. Pablo nos enseña que debemos discipular a nuestros hijos en la fe que es en Jesús. Este concepto que tiene de nuestros hijos, el de discípulos de Cristo desde su infancia, no es novedoso y tampoco es propio del Nuevo Testamento. Es un concepto bien arraigado en las páginas del Antiguo Testamento y Pablo se lo aplica a los hijos de los creyentes.28 Lo siguiente es el testimonio del Antiguo Testamento respecto a los deberes de los padres hacia sus hijos:
Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. (Gen. 18:19)
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. (Dt. 4:9)
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Dt. 6:6–9)
Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra. (Dt. 11:19–21)
Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apre- sure tu alma para destruirlo. (Prov. 19:18)
Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Prov. 22:6)
4.5. Nuestros hijos son discípulos
En vista de tanta evidencia bíblica, sería difícil negar que nuestros hijos fueran discípulos. Es cierto que no tienen, en su edad tierna y su inmadurez de la juventud, un conocimiento intelectual muy bien formado o maduro de las cosas de Dios. Pero, por eso son considerados discípulos. Es nuestro trabajo instruirles en el camino del Señor. Como hemos dicho, discípulo no es sinónimo de regenerado. La obra de regeneración es de Dios y el Espíritu actúa y obra donde y cuando quiera. Nosotros sólo podemos ver los frutos de la obra del Espíritu en la vida de nuestros hijos, igual que la vida de cualquier adulto confesante. Nos toca a nosotros ser fieles en instruir y guiar a nuestros hijos según Dios nos manda. Nuestros hijos le pertenecen a Dios y nos son dados en confianza para ser llevados a Jesús en su evangelio. Este es el camino del discípulo.
5. Los niños y el bautismo
Hay muchos asuntos que no tenemos espacio de abordar en este estudio. Por ejemplo, no podemos hablar del modo y del significado del bautismo. Sin embargo, debemos hacer unas observaciones con respecto al bautismo y su significado para nuestros hijos.
Primero, siendo nuestros hijos discípulos, tienen el derecho al bautismo cristiano, según el mandamiento de Jesús cuando instituyó el sacramento. Esto no es extra-bíblico ni depende de argumentos que carecen de un mandamiento positivo en la Biblia. Tenemos un mandamiento positivo de bautizar a todos aquellos que son discípulos, sean adultos confesantes o hijos de los mismos.
Segundo, todos, bautistas y presbiterianos, podemos concurrir en que el bautismo es el rito de iniciación. Por el bautismo, los adultos y los niños entran pública y oficial- mente en la iglesia visible, es decir, en la comunidad visible de los creyentes. Siendo nuestros hijos discípulos, tienen derecho de ser reconocidos como tales pública y oficialmente, no por alguna invención nuestra, sino por las ordenanzas que el Señor ha establecido en su palabra con ese fin. Es por eso que no estamos de acuerdo con la práctica bautista de dedicar a los niños, la cual carece de cualquier manda- miento positivo en todo el Nuevo Testamento y goza de menos apoyo escritural que los argumentos tradicionales para el paedobautismo.
Tercero, no queremos confundir la fe sencilla en Cristo con la madurez intelectual. Vern Poythress dice:
Es fácil enfatizar indebidamente la aprehensión intelectual y verbal de la verdad. Cuando observamos a los niños, esperamos naturalmente que su aprehensión intelectual de la verdad de Dios crezca, y que su fe madure. Alentamos tal crecimiento. Nuestras esperanzas y nuestros ánimos son bien apropiados. No obstante, si nosotros hacemos que la madurez intelectual sea equivalente a la esencia de la fe, cambiamos la salvación del don gratuito de Dios en la propiedad de aquellos que poseen las credenciales inte- lectuales correctas.29
Debemos tener más cuidado cuando evaluamos la profesión de fe de alguien. Por ejemplo, un niño de seis años no va a dar el mismo testimonio de fe en Jesús que un niño de once o un muchacho de dieciocho. El evangelio es tan sencillo que los niños muy pequeños lo pueden entender a su nivel y hablar con sus padres y pastores (si no son dema- siado tímidos) sobre lo que ellos entienden. La fe que un niño tiene en Cristo no debe despreciarse sólo porque no se parece a la fe más madura de los padres. No debemos confundir un conocimiento maduro del contenido de nuestra fe (lo cual es muy importante) con el movimiento del corazón que descansa en y mira a Jesús, el Salvador de nosotros y de nuestros hijos.
Finalmente, no quiero desestimar los otros argumentos tradicionales a favor del paedobautismo. Son valiosos y tocan temas muy importantes para la fe cristiana, y en particular para la fe reformada. Pero, se debe notar que el presente argumento a favor del paedobautismo no depende de la teología del pacto (por lo menos de manera explícita), ni de especulaciones sobre quiénes eran los miembros de las familias que fueron bautizados en el libro de Hechos.
A pesar de lo que el lector piense de estos y de los otros argumentos tradiciones (que sí son importantes), sólo tiene que hacerse una pregunta muy importante: ¿Es mi hijo un discípulo de Cristo? Si usted contestó que sí, no tan solo tiene el deber de enseñarle, según el mandamiento de Dios, toda la santa voluntad de Dios para su salvación y vida, sino que también, según el mandamiento de Jesús, tiene el deber de bautizarlo para que sea públicamente reconocido como un discípulo, apartado del mundo para el servicio a Dios.
Referencias:
1. Un paedobautista es alguien que cree en el bautismo de infantes. Un credobautista cree que solamente aquellos que tienen suficientes años para hacer una profesión pública de su fe en Cristo deben ser bautizado.
2. Fred Malone, Infant Baptism and the Regulative Principle, http://www. founders.org/journal/fj35/article1.html.
3. Jeremiah B. Jetter, Baptist Principles Reset: Believer’s Baptism, Southern Baptist Journal of Theology Volume 2, 1 (Lousville, KY: Southern Baptist Theological Seminary, 1998), 17-29.
4. Ibid., 26.
5. Malone, Infant Baptism.
6. Jetter, 24.
7. Fred A. Malone, The Subjects of Baptism, Reformed Baptist Theological
Review. The Reformed Baptist Theological Review Volume 2. Owensboro, KY: Reformed Baptist Theological Review, 2005, 58.
8. L. Berkhof, La teología sistemática, 756.
9. Ibid., 758.
10. Esta lista es resumen de las bases bíblicas que nos da Berkhof en su teología sistemática.
11. Ibid., 756.
12. Ibid., 758.
13. Ibid., 759.
14. Ibid.
15. Por supuesto, Roma reconoce siete, pero históricamente el protestan-
tismo ha rechazado la enseñanza de Roma al respecto y sólo reconoce dos:
1) el bautismo y 2) la Santa Cena.
16. Todas estas referencias son las que provee el CmW para apoyo escritural.
17. El participio πορευθέντες es aoristo, pasivo, participio, masculino, nomi- nativo, plural. Como participio aoristo, indica un tiempo anterior al verbo principal. Es posible que el participio tenga la fuerza de un imperativo, pero si esto es el caso, es un imperativo subordinado al verbo principal que sí está en modo imperativo, μαθητεύσατε, hagan discípulos.
18. πορευθέντες (yendo), βαπτίζοντες (bautizando) y διδάσκοντες (ense-
ñando) todos son: participios, presentes, activos, del plural, nominativos, masculinos. Todos concuerdan con el sujeto del verbo principal que en esta oración es tácito (ustedes, ὑμεις).
19. Chapman, Benjamin and Gary Steven Shogren. Greek New Testament
Insert. 2nd ed., revised. Quakertown, PA: Stylus Publishing, 1994.
20. Malone, Infant Baptism.
21. Malone, The Subjects of Baptism, 58.
23. Swanson, James. Dictionary of Biblical Languages With Semantic
Domains : Greek (New Testament). electronic ed. Oak Harbor: Logos
Research Systems, Inc., 1997.
24. A veces, la Biblia habla de los discípulos de Moisés, os de los fariseos o de los de Juan el Bautista.
25. Theological Dictionary of the New Testament, ed. Gerhard Kittel, Geoffrey W. Bromiley and Gerhard Friedrich, electronic ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964-).
27. Ibid.
28. Un nota interesante es que las palabras ben (Nb’) y juios (υἱός), las cuales significan “hijo” en hebreo y griego, ambas son usadas como sinónimos de discípulo. Por ejemplo, los hijos de los profetas del AT habrían sido iguales que los discípulos de los fariseos y muchas veces en la Antigüedad, el hijo se refiere al discípulo. Pedro refiere a Marcos como su hijo (1 P. 5:13) y Pablo también dice sobre Timoteo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Tm. 2:1). Lo que es importante notar es la rela- ción tan natural que los conceptos de discípulo e hijo sostienen.
29. Vern Sheridan Poythress, Indifferentism and Rigorism in the Church: With Implications for Baptizing Small Children, Westminster Theological
Journal Volume 59, 1 (Philadelphia: Westminster Theological Seminary, 1997), 18-19.
Publicado con permiso del Autor Pastor Nicolas Lamme
Articulo extraído del Boletín de la CLIR “Reforma Siglo 21″ Altamente recomendado http://www.clir.net