¿Puede un Cristiano Estar Seguro de su Salvación? Una Respuesta Bíblica y Pastoral
- Andres Espinoza
- 27 mar
- 19 Min. de lectura

La seguridad de la salvación es un tema crucial en la vida cristiana. A lo largo de la historia, muchos creyentes han luchado con dudas sobre si realmente son salvos, temiendo que su fe no sea genuina o que sus pecados los descalifiquen del reino de Dios. Estas inquietudes no son nuevas y han acompañado a la iglesia desde sus inicios. La pregunta es fundamental: ¿puede un cristiano estar seguro de su salvación en esta vida?
En la Escritura encontramos tanto llamados a examinar nuestra fe como promesas de certeza para aquellos que han sido regenerados por el Espíritu Santo. Pablo exhorta a los creyentes a probarse a sí mismos para ver si están en la fe (2 Corintios 13:5), mientras que Juan escribe que Dios quiere que tengamos certeza de nuestra salvación: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13). La Confesión de Fe de Westminster enseña que los creyentes pueden alcanzar una seguridad inquebrantable basada en las promesas de Dios, el testimonio del Espíritu Santo y la evidencia de la gracia en sus vidas.
Pero, ¿qué debemos responder a alguien que constantemente duda de su salvación? ¿Es posible convencer a alguien de que es salvo, o es algo que solo Dios puede hacer en su corazón? ¿Cómo podemos distinguir entre una falsa seguridad y la verdadera certeza de la salvación? En este artículo, exploraremos cómo la Biblia presenta la seguridad de la salvación, cómo los creyentes pueden fortalecer su confianza en Cristo y cómo podemos ayudar pastoralmente a quienes luchan con dudas espirituales.
1. La certeza de la salvación es una doctrina bíblica y confesional
La seguridad de la salvación no es una suposición optimista ni una simple emoción pasajera, sino una verdad revelada en la Escritura y sostenida por la teología reformada. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Palabra de Dios testifica que aquellos a quienes Él ha salvado están seguros en su gracia. La Confesión de Fe de Westminster, que sintetiza la doctrina reformada, enseña que los verdaderos creyentes pueden tener certeza de su salvación, no por una revelación extraordinaria, sino por la obra objetiva de Dios en ellos y por el testimonio del Espíritu Santo en sus corazones.
A. La certeza de la salvación en la Escritura
Desde el Antiguo Testamento, Dios ha mostrado que Su salvación es firme y segura. En Isaías 45:17, se declara: “Israel será salvo en Jehová con salvación eterna; no os avergonzaréis ni os afrentaréis, por todos los siglos” (1). Esta seguridad se basa en el carácter inmutable de Dios, quien nunca abandona a su pueblo.
En el Nuevo Testamento, esta verdad se confirma aún más. Jesús mismo declara: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (2). La seguridad del creyente no depende de su propia fidelidad, sino de la fidelidad de Cristo para guardar a sus ovejas.
Pablo refuerza esta idea en Romanos 8:38-39 al afirmar que nada puede separar al creyente del amor de Dios en Cristo Jesús. La salvación es una obra de Dios, y como Él es perfecto en su propósito y poder, nadie puede frustrar su plan de redención (3).
B. La certeza de la salvación en la teología reformada
La Confesión de Fe de Westminster enseña que la seguridad de la salvación es posible en esta vida y que no se basa en emociones, sino en las promesas de Dios, la obra de Cristo y el testimonio del Espíritu Santo. En su capítulo XVIII, se afirma:
“Esta certeza no es una mera conjetura probable y una persuasión basada en una esperanza falible, sino una certeza infalible de fe, fundada en la sangre y justicia de Cristo reveladas en el evangelio, en la evidencia interna de la gracia, y en el testimonio del Espíritu de adopción, que da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.” (4)
Juan Calvino, en su Institución de la Religión Cristiana, enfatiza que la salvación del creyente no depende de su propia perseverancia, sino de la fidelidad de Dios. Él escribe:
“La certeza de la fe no consiste en una persuasión sin fundamento, sino en el conocimiento de que la salvación está en Cristo y en su gracia eterna. Si dependiera de nuestra constancia, estaría perdida; pero al estar enraizada en Dios, es firme e inconmovible.” (5)
Esto significa que la seguridad de la salvación no es una doctrina basada en deseos humanos, sino en la obra de Dios, que ha decretado desde la eternidad salvar a su pueblo y cumplir en ellos su propósito redentor.
C. La fe genuina produce seguridad, pero las dudas no niegan la salvación
Un punto esencial en la teología reformada es que la seguridad de la salvación no significa que los creyentes nunca experimenten dudas o luchas espirituales. La Confesión de Fe de Westminster reconoce que la certeza de la salvación puede ser afectada por diversas circunstancias, como el pecado, el descuido espiritual o las pruebas de la vida. Sin embargo, también enfatiza que la seguridad puede ser restaurada mediante el arrepentimiento y la fe en las promesas de Dios (6).
Martín Lloyd-Jones explica que una fe genuina se caracteriza por mirar fuera de sí misma hacia Cristo:
“El problema de muchos cristianos es que miran demasiado a su propia fe en lugar de mirar a Cristo. La fe es como el ojo: no se enfoca en sí mismo, sino en lo que está delante. Cuando miramos a Cristo y su obra, encontramos seguridad en nuestra salvación.” (7)
Por lo tanto, la seguridad de la salvación no se mide por la ausencia de dudas, sino por la confianza continua en Cristo. Aunque un creyente pueda pasar por momentos de incertidumbre, la obra de Dios en él sigue siendo segura, y el Espíritu Santo lo llevará de vuelta a una firme seguridad en su salvación.
2. La seguridad de la salvación se fundamenta en la obra de Cristo y no en los méritos humanos
La certeza de la salvación no depende de la constancia del creyente ni de sus logros espirituales, sino de la obra perfecta de Cristo en la cruz y su intercesión continua. La Escritura, la teología reformada y las confesiones de fe enfatizan que la justificación y la adopción en Cristo garantizan la salvación eterna.
A. La justificación es un acto legal e irrevocable de Dios
La Escritura enseña que la justificación es un acto judicial de Dios en el cual declara justo al pecador, no por sus propias obras, sino por la justicia de Cristo imputada a él. Pablo escribe en Romanos 5:1: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (8). Esta justificación no es progresiva ni reversible, sino una declaración definitiva basada en la obra de Cristo.
La Confesión de Fe de Westminster confirma esto al afirmar:
“Los que Dios llama eficazmente, también los justifica gratuitamente, no infundiéndoles justicia, sino perdonando sus pecados y aceptándolos como justos por amor de Cristo, no por algo obrado en ellos o hecho por ellos, sino solamente por la obediencia y satisfacción de Cristo imputadas a ellos y recibidas por fe.” (9)
Juan Calvino enfatiza que si la justificación dependiera en parte de nuestras obras, nunca podríamos tener certeza de nuestra salvación:
“Si nuestra justicia dependiera de nuestra perseverancia en la gracia, la salvación quedaría reducida a una mera posibilidad, no a una certeza. Pero Dios nos ha dado en Cristo una justicia perfecta e inmutable que permanece para siempre.” (10)
Por lo tanto, la seguridad de la salvación está anclada en la obra de Cristo y en el decreto de Dios, quien justifica irrevocablemente a su pueblo.
B. La intercesión de Cristo garantiza la seguridad eterna del creyente
La seguridad de la salvación no solo se basa en la justificación pasada, sino en la obra continua de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote. Hebreos 7:25 declara: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (11).
Cristo no solo nos redimió con su muerte, sino que ahora intercede constantemente por nosotros ante el Padre, asegurando que nuestra salvación no se pierda. Esta intercesión es esencial para la perseverancia de los santos, ya que Él mismo guarda a los suyos.
La Confesión de Fe de Westminster refuerza esta verdad:
“Esta perseverancia de los santos no depende de su propio libre albedrío, sino de la inmutabilidad del decreto de elección, que fluye del amor libre e inmutable de Dios el Padre, de la eficacia del mérito y la intercesión de Jesucristo, y de la morada del Espíritu, la simiente de Dios en ellos, y la naturaleza del pacto de gracia.” (12)
Herman Bavinck destaca la importancia de la intercesión de Cristo en la seguridad del creyente:
“Si Cristo no solo pagó por nuestros pecados, sino que sigue intercediendo por nosotros en el cielo, ¿cómo podría alguno de los suyos perderse? Su obra de salvación no solo nos justificó, sino que nos sostiene hasta el fin.” (13)
C. La adopción como hijos de Dios es irrevocable
Otra razón por la que la salvación es segura es que los creyentes han sido adoptados como hijos de Dios. En Juan 1:12 se nos dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”(14). La adopción no es temporal ni condicional, sino un acto soberano de Dios en el que somos hechos parte de su familia para siempre.
Pablo reafirma esto en Romanos 8:15-16: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (15).
El teólogo Louis Berkhof explica:
“La adopción es un acto de Dios en el que somos traídos a su familia y recibimos todos los derechos y privilegios de los hijos. Si Dios nos ha hecho sus hijos, nunca nos rechazará ni revocará nuestra posición en su casa.” (16)
Así como un padre terrenal no puede anular la paternidad sobre su hijo, Dios no desecha a aquellos a quienes ha adoptado. La certeza de nuestra salvación está arraigada en nuestra filiación divina.
Por lo tanto, la seguridad de la salvación no depende de la estabilidad del creyente, sino de la fidelidad de Dios. La justificación, la intercesión de Cristo y la adopción como hijos de Dios garantizan que los creyentes nunca serán desechados ni perderán la salvación que Dios les ha dado.
3. La perseverancia de los santos: La obra de Dios en la vida del creyente
La seguridad de la salvación no significa que el creyente nunca luchará con dudas o dificultades, sino que Dios lo guardará hasta el final. La doctrina de la perseverancia de los santos enseña que aquellos que han sido verdaderamente regenerados por el Espíritu Santo perseverarán en la fe hasta el fin porque Dios mismo los sostiene.
A. La perseverancia es garantizada por el poder de Dios
La Escritura declara claramente que la salvación es una obra soberana de Dios y, por lo tanto, es Él quien asegura la perseverancia de sus hijos. Filipenses 1:6 afirma: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (17).
Jesús mismo aseguró esta verdad en Juan 10:27-29: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (18).
La Confesión de Fe de Westminster enseña:
“Dios, en su amor inmutable, ha decretado mantener a sus elegidos en la gracia por su poder y mediante su Espíritu, asegurando así su perseverancia hasta el final.” (19)
Herman Bavinck explica que la perseverancia no depende del creyente, sino de la fidelidad de Dios:
“Si la salvación dependiera de nuestra voluntad, la perderíamos. Pero Dios, quien nos escogió desde la eternidad y nos regeneró por su Espíritu, nos guardará por su poder hasta el día final.” (20)
B. La perseverancia no significa ausencia de lucha o pecado
Aun cuando la salvación es segura, la Escritura nos advierte sobre la necesidad de perseverar en la fe. La perseverancia no significa que los creyentes nunca pecarán ni que no tendrán pruebas, sino que Dios no permitirá que caigan completamente y sean perdidos.
David cayó en adulterio y asesinato, pero Dios lo restauró (Salmo 51) (21).
Pedro negó a Cristo, pero fue restaurado y fortalecido en la fe (Lucas 22:31-32) (22).
La Confesión de Fe de Westminster reconoce que los creyentes pueden caer en pecado, pero nunca serán completamente abandonados:
“Pueden caer en graves pecados y por un tiempo continuar en ellos, por lo que incurren en el desagrado de Dios, pero serán restaurados nuevamente por el poder de Dios para salvación.” (23)
Esto nos recuerda que la perseverancia no es la ausencia de pecado, sino la seguridad de que Dios nos restaurará y fortalecerá en la fe.
C. La evidencia de la perseverancia: Una vida transformada
La perseverancia no significa simplemente hacer una profesión de fe, sino vivir en obediencia a Cristo. Aunque la salvación no depende de las obras, la perseverancia en la fe se demuestra en una vida transformada.
Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16) (24).
Hebreos 3:14 enseña: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (25).
Louis Berkhof explica:
“La perseverancia de los santos no significa que puedan vivir sin fruto, sino que su vida será marcada por un crecimiento en gracia y santidad, como evidencia de la obra de Dios en ellos.” (26)
El creyente que ha sido regenerado y salvado por Dios perseverará en la fe, no porque sea fuerte, sino porque Dios lo sostiene.
La seguridad de la salvación y la perseverancia de los santos no están basadas en la capacidad humana, sino en la fidelidad de Dios, quien garantiza que ninguno de sus hijos se perderá.
4. La relación entre la seguridad de la salvación y la obediencia
La seguridad de la salvación no significa que el creyente pueda vivir en desobediencia sin consecuencias. Aunque la salvación es un don de la gracia de Dios y no depende de nuestras obras, la Escritura nos muestra que un verdadero creyente dará evidencia de su salvación a través de una vida transformada por el Espíritu Santo.
A. La fe verdadera produce obediencia y frutos espirituales
La Biblia deja claro que la fe auténtica siempre va acompañada de una vida de obediencia y santidad. Santiago 2:17 nos dice: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (27). No significa que las obras sean la base de nuestra salvación, sino la evidencia de que hemos sido regenerados.
Jesús enfatizó esta verdad en Mateo 7:21: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (28).
Juan Calvino explicó la relación entre la fe y la obediencia en su Institución de la Religión Cristiana:
“La fe sola nos justifica, pero la fe que justifica nunca está sola, sino que siempre es acompañada por frutos de justicia.”(29)
La Confesión de Fe de Westminster también afirma:
“La fe que justifica no está nunca sola en la persona justificada, sino que siempre va acompañada de todas las demás gracias salvadoras, y no es una fe muerta, sino que obra por el amor.” (30)
B. La obediencia como señal de una salvación genuina
Las Escrituras nos advierten que no todos los que afirman ser creyentes han sido realmente regenerados. 1 Juan 2:3-4 dice:
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (31).
La perseverancia en la fe y la obediencia a Cristo son pruebas de una salvación genuina. No significa que los creyentes serán perfectos, sino que su vida reflejará un deseo constante de seguir a Cristo y obedecer su Palabra.
J.C. Ryle advierte sobre la importancia de la obediencia como evidencia de una fe verdadera:
“El verdadero creyente no es aquel que simplemente profesa la fe, sino aquel que persevera en obediencia y crecimiento espiritual, reflejando la obra del Espíritu Santo en su vida.” (32)
C. El peligro de la falsa seguridad
Uno de los peligros de una mala comprensión de la seguridad de la salvación es la presunción. Algunas personas creen que porque han hecho una oración o han sido bautizadas, ya son salvas sin importar cómo vivan. Sin embargo, la Biblia advierte contra una falsa seguridad.
Mateo 7:22-23 presenta una advertencia solemne de Jesús:
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (33).
Charles Spurgeon enfatiza este punto:
“Nada es más peligroso que suponer que uno es salvo cuando no hay evidencia de regeneración en su vida.” (34)
Por lo tanto, la verdadera seguridad de la salvación debe estar basada en la obra de Cristo y confirmada por una vida transformada por el Espíritu Santo.
5. La perseverancia de los santos y la certeza final de la salvación
La seguridad de la salvación está íntimamente ligada a la doctrina de la perseverancia de los santos. La Biblia enseña que aquellos que verdaderamente han sido salvados por la gracia de Dios perseverarán en la fe hasta el final. Esta perseverancia no es obra humana, sino el resultado de la fidelidad de Dios que guarda a su pueblo.
A. La obra de Dios en la perseverancia del creyente
Las Escrituras afirman repetidamente que Dios es quien sostiene y preserva a sus hijos hasta el día final. Filipenses 1:6 declara:
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”(35).
Jesús aseguró en Juan 10:28-29:
“Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (36).
Herman Bavinck enfatiza que la perseverancia del creyente no depende de su propia capacidad, sino de la fidelidad de Dios:
“El pacto de gracia descansa en la inmutable fidelidad de Dios. Si dependiera del hombre, la salvación se perdería; pero Dios mismo garantiza que su obra será completada.” (37)
La Confesión de Fe de Westminster también enseña que los creyentes no pueden perder su salvación, ya que Dios los guarda en su gracia:
“A los que Dios ha aceptado en su Amado, y ha llamado eficazmente y santificado por su Espíritu, no puede caer ni total ni finalmente del estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán en él hasta el fin y serán eternamente salvos.” (38)
B. La lucha contra el pecado y la perseverancia en la fe
La perseverancia en la fe no significa que los creyentes estarán libres de luchas espirituales. La Biblia enseña que los creyentes continúan luchando contra el pecado, pero que Dios los fortalecerá para perseverar. Romanos 7:24-25 muestra esta lucha en la vida de Pablo:
”¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.” (39)
Hebreos 12:1-2 exhorta a los creyentes a perseverar en la carrera de la fe:
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (40).
Juan Calvino explica que la perseverancia es una obra del Espíritu Santo que capacita al creyente para mantenerse firme:
“No es suficiente comenzar bien en la fe; la perseverancia es el sello de la obra de Dios en nosotros. Aunque caemos, el Espíritu Santo nos levanta y nos sostiene.” (41)
C. La certeza final de la salvación y la gloria venidera
La perseverancia de los santos culmina en la glorificación. Aquellos que han sido llamados, justificados y santificados serán finalmente glorificados con Cristo. Romanos 8:30 nos da esta seguridad:
“Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (42).
Apocalipsis 21:3-4 describe la promesa final para los creyentes:
“He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (43).
Charles Spurgeon resume esta doctrina con gran claridad:
“Si alguno ha puesto su confianza en Cristo, su destino eterno está asegurado. No porque él sea fuerte, sino porque Cristo nunca dejará de sostener a los suyos.” (44)
La seguridad de la salvación, entonces, no se basa en nuestras emociones, esfuerzos o fidelidad, sino en la obra perfecta de Cristo y en la fidelidad inmutable de Dios.
Conclusión: La Seguridad de la Salvación en la Vida del Creyente
Después de analizar las bases bíblicas y confesionales de la seguridad de la salvación, podemos afirmar con certeza que la salvación del creyente no depende de su desempeño, sino de la obra perfecta de Cristo y de la fidelidad de Dios.
A. La seguridad de la salvación es un consuelo para el creyente
Uno de los mayores beneficios de esta doctrina es el consuelo y la paz que brinda al creyente. La Escritura asegura que los que están en Cristo no deben vivir en temor, sino en confianza en la gracia de Dios. Romanos 8:38-39 declara que nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús. La Confesión de Fe de Westminster también enfatiza que los creyentes “pueden estar seguros en esta vida de su salvación, gozando de paz en su conciencia y creciendo en el amor a Dios” (46).
Algunos han argumentado que la duda puede ser útil para motivar a los creyentes a la perseverancia. Predicadores como Paul Washer han advertido contra la falsa seguridad y han instado a los creyentes a examinarse constantemente. De manera similar, teólogos puritanos como Thomas Shepard y David Brainerd enfatizaron la necesidad de una introspección rigurosa para asegurarse de la genuinidad de la fe. Sin embargo, aunque la Biblia llama a examinarse (2 Corintios 13:5), no enseña que la duda deba ser la experiencia normal del cristiano.
B. La seguridad de la salvación nos lleva a la santidad y no al descuido
Lejos de producir apatía espiritual, la seguridad en Cristo motiva a la obediencia y al crecimiento en la gracia. La Biblia presenta la certeza de la salvación como una razón para vivir en santidad, no como una excusa para la negligencia. Tito 2:11-12 declara que la gracia de Dios “nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
Martín Lutero, después de haber experimentado una profunda lucha con la duda en su juventud, enfatizó que la seguridad en la justificación por la fe era la única manera en que los creyentes podían vivir en verdadera libertad y santidad. Juan Calvino enseñó que “la fe sola nos justifica, pero la fe que justifica nunca está sola”, es decir, que la certeza de la salvación lleva naturalmente a una vida de obediencia.
En contraste, aquellos que dependen de la duda como motivación corren el riesgo de caer en una espiritualidad basada en el temor en lugar de en la confianza en Dios. La Escritura nos muestra que Pablo trataba a los corintios como “santos y fieles”, a pesar de sus muchas debilidades, porque su identidad en Cristo estaba asegurada.
C. La certeza final: Seremos glorificados con Cristo
La seguridad de la salvación no solo nos da confianza en esta vida, sino también esperanza en la vida venidera. Filipenses 3:20-21 nos recuerda que nuestra ciudadanía está en los cielos y que Cristo transformará nuestro cuerpo para ser como el suyo. La gloria futura es la consumación de nuestra salvación, y nada puede impedir que Dios complete su obra en nosotros (Romanos 8:30).
Charles Spurgeon resumió esta doctrina con gran claridad:
“Si alguno ha puesto su confianza en Cristo, su destino eterno está asegurado. No porque él sea fuerte, sino porque Cristo nunca dejará de sostener a los suyos.”
En conclusión, la seguridad de la salvación es una doctrina bíblica que no conduce a la complacencia, sino a la confianza y a la obediencia. No debemos alentar la duda como medio de santificación, sino dirigir siempre a los creyentes a la certeza de su salvación en Cristo, para que vivan con gozo, gratitud y fidelidad en respuesta a la gracia inmerecida de Dios.
Aplicación Pastoral: Respondiendo a las Dudas Sobre la Salvación
A lo largo de este estudio hemos demostrado que la seguridad de la salvación es un don de Dios, basado en la obra perfecta de Cristo y el testimonio del Espíritu Santo en la vida del creyente. Sin embargo, en la vida cristiana es común encontrar personas que luchan con dudas sobre su salvación. ¿Cómo debemos responder pastoralmente a estas inquietudes?
1. ¿Qué responder a alguien que constantemente duda de su salvación?
La duda puede surgir por diversas razones: pecado no confesado, falta de conocimiento bíblico, una conciencia sensible o enseñanzas erróneas que enfatizan la salvación como algo incierto. En estos casos, debemos dirigir a la persona a las promesas inmutables de Dios.
Pablo no trata a los corintios, a pesar de sus pecados, como incrédulos sino como “santos” y “llamados por Dios” (1 Corintios 1:2). De igual manera, debemos recordar a los creyentes que su seguridad no depende de sus sentimientos, sino de la obra de Cristo (Romanos 8:1).
Si alguien lucha con dudas, en lugar de alentarlo a sospechar de su salvación, debemos exhortarlo a buscar seguridad en la Palabra de Dios y en una vida de comunión con Cristo (2 Pedro 1:10).
2. ¿Podemos convencer a alguien de que es salvo o es una obra de Dios?
Como pastores y consejeros, podemos exponer las Escrituras, mostrar la fidelidad de Dios y evidenciar la obra del Espíritu en una persona, pero la certeza final es una obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente (Romanos 8:16).
Por ello, debemos guiar a las personas a examinarse a la luz de la Escritura, pero no para llevarlas a la incertidumbre, sino para que encuentren descanso en Cristo. Juan escribió su primera epístola “para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13), no para que estén en constante angustia.
3. ¿Cómo distinguir entre una falsa seguridad y la verdadera certeza de la salvación?
La Biblia presenta ejemplos de personas con falsa seguridad (Mateo 7:22-23), pero también enseña que la seguridad verdadera está arraigada en la obra de Cristo. La diferencia fundamental es que la falsa seguridad se basa en una confesión externa sin evidencia de regeneración, mientras que la verdadera certeza se acompaña de frutos espirituales.
Falsa seguridad: Se basa en emociones, experiencias místicas o una confesión de fe vacía sin frutos de obediencia (Santiago 2:17).
Verdadera seguridad: Se basa en la fe en Cristo, la evidencia de la obra del Espíritu Santo y el testimonio de la Escritura (2 Pedro 1:5-10).
Martín Lloyd-Jones advierte que muchos cristianos luchan con la falta de seguridad porque están mirando demasiado a su fe en lugar de mirar a Cristo. Debemos animar a los creyentes a descansar en la obra terminada de Cristo y a vivir en obediencia como evidencia de una fe genuina.
Dios no nos llama a vivir en la incertidumbre de nuestra salvación, sino a tener confianza en Cristo. La Escritura no usa la duda como una motivación para la santidad, sino la seguridad en la gracia de Dios. Pablo exhorta a los creyentes a vivir en gratitud y obediencia no porque su salvación sea incierta, sino precisamente porque es segura (Romanos 12:1-2).
Al animar a los creyentes a buscar su seguridad en la obra de Cristo, en las promesas de Dios y en la transformación del Espíritu, les ayudamos a vivir con gozo, santidad y confianza en el Señor.
Notas al pie
1. Isaías 45:17.
2. Juan 10:27-28.
3. Romanos 8:38-39.
4. Confesión de Fe de Westminster, XVIII.2.
5. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III.24.6.
6. Confesión de Fe de Westminster, XVIII.3.
7. D. Martyn Lloyd-Jones, Romans: Assurance.
8. Romanos 5:1.
9. Confesión de Fe de Westminster, XI.1.
10. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III.24.6.
11. Hebreos 7:25.
12. Confesión de Fe de Westminster, XVII.2.
13. Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, Vol. 4.
14. Juan 1:12.
15. Romanos 8:15-16.
16. Louis Berkhof, Teología Sistemática. 17. Filipenses 1:6.
18. Juan 10:27-29.
19. Confesión de Fe de Westminster, XVII.1.
20. Herman Bavinck, Reformed Dogmatics, Vol. 4.
21. Salmo 51.
22. Lucas 22:31-32.
23. Confesión de Fe de Westminster, XVII.3.
24. Mateo 7:16.
25. Hebreos 3:14.
26. Louis Berkhof, Teología Sistemática.
27. Santiago 2:17.
28. Mateo 7:21.
29. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III.2.
30. Confesión de Fe de Westminster, XI.2.
31. 1 Juan 2:3-4.
32. J.C. Ryle, Holiness.
33. Mateo 7:22-23.
34. Charles Spurgeon, Lectures to My Students.
35. Filipenses 1:6.
36. Juan 10:28-29.
37. Herman Bavinck, Reformed Dogmatics.
38. Confesión de Fe de Westminster, XVII.1.
39. Romanos 7:24-25.
40. Hebreos 12:1-2.
41. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III.2.
42. Romanos 8:30.
43. Apocalipsis 21:3-4.
44. Charles Spurgeon, Lectures to My Students.
45. Romanos 8:38-39.
46. Confesión de Fe de Westminster, XVIII.1.
47. John Owen, The Doctrine of the Saints’ Perseverance.
48. Tito 2:11-12.
49. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III.11.
50. Filipenses 3:20-21.
51. Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, Libro XXII.
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