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Salvación, Fe y Sacramentos: Un Enfoque Reformado

Foto del escritor: Andres EspinozaAndres Espinoza



Introducción: La Soberanía de Dios en la Salvación


En el corazón de la teología reformada está la afirmación de que Dios es soberano en la salvación. Es Dios quien elige libremente, según su voluntad y propósito, a quienes salvará. Este principio, tan central a la enseñanza de la Reforma, se encuentra claramente expuesto en las Escrituras. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, nos dice que “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). Esta enseñanza subraya que la salvación no depende de la capacidad humana de elegir a Dios, sino de la elección soberana de Dios, quien elige a los suyos para ser salvos.


Este principio tiene implicaciones directas para aquellos que no tienen la capacidad de ejercer conscientemente la fe, como los infantes o las personas con discapacidades mentales graves. ¿Cómo puede alguien que no puede expresar fe conscientemente ser salvo? En la teología reformada, la respuesta es clara: la salvación de estas personas, al igual que la de cualquier otra persona, depende de la elección soberana de Dios y no de la capacidad humana.


La Doctrina de la Elección y la Soberanía de Dios


La Confesión de Fe de Westminster (Capítulo 10, Sección 3) aborda específicamente la cuestión de los infantes y las personas con discapacidades, afirmando que:


“Los niños que mueren en la infancia, siendo elegidos, son regenerados y salvos por Cristo a través del Espíritu, quien obra cuando, donde y como quiere.”


Esta afirmación destaca varios puntos clave. Primero, reconoce que los niños y personas con discapacidades no están excluidos del plan de salvación de Dios por su incapacidad de ejercer fe conscientemente. Segundo, subraya que, al igual que con cualquier otra persona, la salvación de los infantes depende de la elección soberana de Dios. Dios, en su sabiduría y misericordia, elige a aquellos que salvará, y aplica los beneficios de la obra de Cristo a sus elegidos, incluso si estos no pueden expresarlo conscientemente.


En su obra Institución de la Religión Cristiana, Juan Calvino se enfrenta a este tema al abordar la cuestión de la regeneración de los infantes y su participación en la gracia de Dios. Calvino no enseña que todos los infantes o personas con discapacidades mentales son automáticamente salvos, pero deja abierta la posibilidad de que Dios, en su misericordia, elija salvar a algunos infantes y personas con discapacidades mentales. Para Calvino, la regeneración no está limitada a la edad o la capacidad cognitiva, ya que es una obra del Espíritu Santo que Dios puede realizar en quien Él quiera, en el momento que Él decida.


Este principio es clave para entender cómo la teología reformada aborda la salvación de aquellos que no pueden ejercer fe de manera consciente. La fe no es una obra humana ni una capacidad que el hombre desarrolla por sí mismo; es un don de Dios (Efesios 2:8-9), otorgado según la soberanía de Dios.


La Posibilidad de Fe en Infantes y Personas con Discapacidades


Un aspecto importante en la teología reformada es cómo se entiende la fe y cómo se aplica en situaciones donde las personas no tienen la capacidad de expresarla conscientemente, como los infantes y las personas con discapacidades mentales graves. La fe salvadora es la respuesta del corazón a la obra de regeneración del Espíritu Santo, y este don no está limitado por la capacidad cognitiva del individuo.


La Fe Como Don Soberano de Dios


Desde la perspectiva reformada, la fe no es simplemente un acto intelectual o cognitivo; es la obra de Dios en el corazón de una persona, independientemente de sus capacidades mentales. Juan Calvino, en sus Instituciones, explicó que la fe es fruto de la regeneración, que es la obra soberana de Dios por medio del Espíritu Santo. La fe salvadora, en su sentido más básico, es una confianza viva y activa en Cristo, la cual es infundida en el corazón del creyente por la obra del Espíritu Santo.


Esta comprensión teológica tiene implicaciones profundas para cómo entendemos la posibilidad de que infantes o personas con discapacidades mentales puedan tener fe salvadora. Aunque no puedan articular o entender conscientemente la fe, la fe puede estar presente, ya que es Dios quien la imparte. En el caso de Juan el Bautista, por ejemplo, vemos un ejemplo de cómo Dios puede obrar en los corazones incluso antes de que una persona nazca. En Lucas 1:41, cuando María visita a Isabel, se nos dice que “la criatura saltó de alegría en su vientre”. Este acto es visto por muchos teólogos como una señal de la obra del Espíritu en el no nacido Juan, quien estaba siendo preparado por Dios para su misión futura.


Regeneración y Salvación en Infantes


La teología reformada también enseña que la regeneración es la obra soberana de Dios que precede a la fe. Esto significa que la regeneración no está limitada a la capacidad de una persona para expresar fe de manera consciente. En el caso de los infantes o las personas con discapacidades mentales graves, Dios puede regenerar soberanamente a quienes Él elija, dándoles los beneficios de la obra redentora de Cristo, incluso si no pueden expresar esa fe de manera consciente.


La Confesión de Fe de Westminster aborda este punto al afirmar que el Espíritu Santo obra cuando, donde y como quiere, lo que significa que Dios no está limitado a los medios ordinarios de gracia (como la predicación de la Palabra) para aplicar los beneficios de la salvación a sus elegidos. Dios puede salvar soberanamente a infantes o a personas con discapacidades sin necesidad de que estos ejerzan fe de manera consciente.


La Paedocomunión: ¿Por Qué los Reformadores no la Abrazaron?


Una cuestión clave dentro de este debate es la pregunta sobre la paedocomunión, es decir, si los infantes o niños pequeños que han sido bautizados deberían participar en la Cena del Señor. Aunque los reformadores aceptaban el bautismo infantil, rechazaron la práctica de la paedocomunión. Esta aparente contradicción se explica por la naturaleza y los requisitos de cada sacramento.


La Diferencia Entre el Bautismo y la Cena del Señor


La teología reformada hace una clara distinción entre los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor. El bautismo es el sacramento de iniciación en el pacto de gracia, que marca la entrada del individuo en la comunidad del pacto. El bautismo infantil se justifica por la continuidad del pacto entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, en el cual los hijos de los creyentes son considerados parte del pacto (Génesis 17:7-12). El bautismo no implica que el niño ya tenga una fe consciente, sino que es una señal de la promesa de Dios para el niño, quien está siendo marcado como parte de la comunidad del pacto.


Por otro lado, la Cena del Señor es un sacramento de confirmación y crecimiento espiritual, diseñado para fortalecer la fe de aquellos que ya han hecho una profesión de fe consciente. En 1 Corintios 11:28-29, Pablo enseña que los participantes de la Cena del Señor deben examinarse a sí mismos y discernir el cuerpo de Cristo. Estos requisitos implican un nivel de madurez espiritual que los niños pequeños no tienen.


El Rechazo de la Paedocomunión


Los reformadores, como Calvino, vieron la Cena del Señor como un sacramento que requiere discernimiento y comprensión espiritual. Calvino enseñaba que, para participar de la Cena del Señor, uno debe tener una fe activa que pueda discernir y valorar el sacrificio de Cristo. Aunque los infantes y niños pequeños son miembros del pacto y han sido bautizados, aún no tienen la capacidad de discernir espiritualmente el significado profundo de la Cena del Señor.


En su obra Institución de la Religión Cristiana, Calvino enfatiza que la participación en la Cena del Señor requiere fe viva, y que los sacramentos son medios de gracia que deben ser recibidos con fe activa. No es suficiente simplemente participar de manera externa en los sacramentos; la fe es necesaria para recibir los beneficios espirituales de la Cena del Señor.


El Concepto de Ex Opere Operato y la Crítica de los Reformadores


La doctrina católica del ex opere operato (que significa “por el hecho de ser hecho”) sostenía que los sacramentos confieren gracia automáticamente por el mero hecho de ser administrados, independientemente de la disposición espiritual del receptor. Esta doctrina fue defendida por la Iglesia Católica Romana, especialmente en relación con la Eucaristía, pero fue fuertemente rechazada por los reformadores.


La Crítica de Calvino a la Doctrina de Ex Opere Operato


Calvino fue un crítico acérrimo de la noción de que los sacramentos funcionan de manera automática o mecánica. Para Calvino, los sacramentos son signos visibles de una realidad espiritual invisible, pero solo son eficaces cuando el Espíritu Santo los aplica al corazón del creyente por medio de la fe. Sin fe, los sacramentos no confieren gracia, y de hecho, pueden ser perjudiciales. En 1 Corintios 11:29, Pablo advierte que quien participa de la Cena del Señor sin discernir el cuerpo de Cristo, “come y bebe juicio para sí mismo.”


Esta enseñanza refuerza la idea de que la fe es esencial para la participación correcta en los sacramentos. La gracia no se confiere automáticamente solo por participar externamente en el sacramento; requiere la fe viva del receptor. Este énfasis en la fe activa es una de las razones por las que los reformadores rechazaron la paedocomunión, ya que los niños pequeños no tienen la capacidad de ejercer discernimiento espiritual.


El Bautismo Infantil: La Coherencia con la Teología del Pacto


Si los reformadores rechazaron la paedocomunión, ¿por qué practicaron el bautismo infantil? La respuesta radica en la teología del pacto, que ve una continuidad entre el pacto de gracia en el Antiguo y el Nuevo Testamento.


El Bautismo como Señal de Entrada en el Pacto


En el Antiguo Testamento, la circuncisión era la señal de entrada en el pacto para los hijos de los creyentes (Génesis 17:7-12). En el Nuevo Testamento, el bautismo reemplaza a la circuncisión como la señal de entrada en el pacto (Colosenses 2:11-12). Los hijos de los creyentes son parte de la comunidad del pacto, y por lo tanto, son bautizados como señal de la promesa de Dios.


El bautismo infantil no implica que el niño ya tenga fe, sino que es una señal de la promesa de Dios en el pacto de gracia. Los reformadores bautizaban a los niños sobre la base de las promesas del pacto de Dios, confiando en que estos niños, al crecer, serían instruidos en la fe y llegarían a abrazar las promesas de Dios por sí mismos.


El Bautismo y la Promesa del Pacto


El bautismo es una señal de la promesa de Dios, pero no confiere automáticamente salvación. Al igual que en el Antiguo Testamento, donde los niños israelitas eran circuncidados y se les enseñaba la ley de Dios, los niños bautizados son instruidos en la fe para que, al madurar, puedan hacer una profesión de fe consciente. El bautismo señala la promesa de que Dios será su Dios y ellos serán su pueblo (Génesis 17:7), pero esta promesa debe ser apropiada por fe cuando el niño crezca.


Conclusión: La Coherencia Reformada en la Fe, Gracia y Sacramentos


La teología reformada enseña que la fe salvadora es un don soberano de Dios, que puede ser otorgado incluso a aquellos que no tienen la capacidad de expresarla conscientemente, como los infantes o las personas con discapacidades mentales. Sin embargo, la participación en la Cena del Señor requiere una fe consciente y la capacidad de discernir y examinarse espiritualmente.


El bautismo infantil es coherente con la teología del pacto, ya que es una señal de la promesa de Dios en la comunidad del pacto, pero la Cena del Señor es un sacramento de confirmación que requiere una fe activa y madura. La distinción entre estos sacramentos es esencial para entender por qué los reformadores rechazaron la paedocomunión pero abrazaron el bautismo infantil.


Finalmente, la crítica reformada a la doctrina de ex opere operato refuerza la enseñanza de que la gracia no es conferida automáticamente por los sacramentos, sino que debe ser recibida por fe viva. En última instancia, debemos confiar en la soberanía de Dios y su misericordia para obrar la salvación en los corazones de los suyos, cuando, donde y como Él lo desee.

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