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Para tener en cuenta al elegir Diáconos


Introducción:

Una de las decisiones más importantes que jamás una congregación puede hacer es la de seleccionar oficiales. Los oficiales que seleccione la congregación serán los líderes siervos de la iglesia y establecerán la dirección al ministerio de ésta. Esta es la razón por la cual es de la más alta importancia que cada miembro conozca, los requisitos bíblicos para elegir ancianos y diáconos, y el procedimiento para dicha selección. Si la congregación comete errores en esto, las consecuencias van a ser desastrosas para la vida y ministerio de la iglesia, y también serán difíciles de superar. El propósito de este folleto es proveer, a los miembros de la iglesia, con una clara presentación de las enseñanzas básicas de la escritura respecto a los procedimientos para seleccionar Diáconos.

PROCEDIMIENTO BIBLICO

Siempre es muy malo que una iglesia lleve a cabo el proceso de selección de oficiales en forma apurada. El proceso utilizado para conseguir diáconos en la iglesia local es esencial para lograr seleccionar hombres piadosos que cuiden de la iglesia de Cristo tal como Cristo lo requiere. Esta es la razón por la cual la congregación no debe emprender este proceso de cualquier modo o de manera negligente. El Apóstol Pablo advierte en 1 Timoteo 5: 22 "no impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro."

Cuando la congregación selecciona oficiales en una manera apresurada, aumenta probabilidad que los hombres seleccionados no sean llamados por Dios para que sirvan en el oficio para el cual han sido elegidos. El énfasis que siempre debe tenerse en mente es que, al seleccionar oficiales, la congregación se involucre en una actividad de la más solemne y espiritual. La pregunta que debe estar ante la congregación es, ¿A qué hombres de nuestra congregación, si es que los hay, Dios ha equipado y llamado para servir como oficiales? Para descubrir quiénes son estos hombres, la congregación debe buscarlos cuidadosamente y en oración según los principios establecidos en la Biblia. Este procedimiento nunca debe emprenderse de manera indiferente [o como si no importara mucho]. El liderazgo de la iglesia debe procurar infundir en la congregación el hecho que ellos están eligiendo a quienes servirán a la congregación.

La congregación debe recibir instrucción acerca de los requisitos y carácter de los hombres a quien Cristo quiere que sean los pastores y diáconos de Su Iglesia. Puesto que la congregación tiene la responsabilidad de seleccionar los de entre sus propios miembros, es esencial que ellos sean entrenados para reconocer a aquellos que han sido llamados y dotados por Dios.

Si no pueden reconocerlos, o no saben que es lo que deben buscar, inevitablemente van a emplear falsos criterios al elegir oficiales. Con frecuencia las iglesias eligen como oficiales a hombres en base a su posición social en la comunidad. Algunas veces se elige para ser oficial a un hombre porque es un buen empresario. Si se emplean estos criterios no bíblicos se elegirán a hombres que Dios no ha llamado ni equipado. Mientras muchos miembros de la Iglesia lleguen a convencerse que un individuo en particular tiene los dones y que ya los está utilizando en el ministerio de la Iglesia, ellos deben comunicar sus convicciones al mismo individuo y también al presente liderazgo de la Iglesia. Esto es equivalente a proponer a este hermano como candidato para el oficio.

Cuarto, cuando llega a ser claro que la iglesia tiene uno o varios hombres que son, en la opinión de la congregación, llamados y con dones dados por Dios para servir como oficiales en la iglesia, la iglesia debe proponer su elección y ordenación. El procedimiento específico para que el proceso llegue a materializarse, generalmente, es una variación de cinco aspectos: Propuesta de candidatos, capacitación, examen, elección, y la ordenación.

Propuesta de candidatos: Ya hemos discutido lo de la propuesta de candidatos de una manera informal. Como he dicho anteriormente, cuando un miembro de la congregación está convencido que un hermano ha estado ejerciendo sus dones en la iglesia para el bien de ésta, ya sea como un servidor en obras de misericordia, o como maestro y supervisor de las necesidades espirituales, entonces dicho miembro que ha observado esto en la vida de su hermano debe comunicar su convicción a tal hermano. Al hacer esto, es equivalente a proponerlo como candidato para el oficio de diácono o anciano. Sin embargo, ello no sería una propuesta formal. Cada Iglesia ha establecido dentro de su forma de gobierno un método o procedimiento para recibir formalmente propuestas de candidatos de entre los miembros de la congregación. Cuando se ha establecido la fecha para recibir propuestas de candidatos, entonces se tiene que animar a los miembros de la congregación a dar, formalmente, el nombre de un hermano que ellos creen adecuado ante los líderes y ante la congregación para que dicho hermano sea examinado.

  1. Capacitación.- En muchas iglesias, después de haber recibido los nombres de los candidatos se inicia una período de capacitación de parte del los líderes de la iglesia (Presbiterio o Consistorio). Durante este tiempo se requiere de los varios candidatos un período de capacitación a fin de familiarizarlos con los asuntos doctrinales específicos, asuntos de gobierno, y las políticas de la Iglesia. No hay nada erróneo con este procedimiento, pero necesitamos una palabra de advertencia respecto a esta práctica. En primer lugar, no hay cantidad de capacitación que haga de un hombre un diácono o un anciano. Solamente Dios equipa a los hombres para servir como diáconos o ancianos de la Iglesia. En Hechos 20:28 Pablo exhorta a los ancianos de la Iglesia de Efeso diciendo: "Guardaos vosotros mismos y a toda la Iglesia en que el Espíritu Santo os ha puesto por supervisores [u obispos]..." Si el Señor mismo no ha equipado, ni ha dado dones a alguien para desempeñar un oficio, no hay cantidad de capacitación que pueda convertirlo en oficial. Por esta razón es muy importante que las congregaciones reconozcan a los hombres de entre los hermanos a quienes Dios ha dado dones para el oficio. Nadie debe ser reclutado para ser un oficial en la Iglesia y capacitarlo después de haber hecho esto. Ello sería hacer algo al contrario a lo que se establece en las Escrituras. Un hermano debe ser propuesto al oficio de anciano o diácono porque ha sido reconocido que tiene dones para desempeñarse en dicho oficio y porque ha observado por varios miembros de la congregación que se ha estado desempeñando en dicha capacidad. Esa es la razón por la que se la ha propuesto. No debe ser propuesto en base a que alguna supuesta utilidad para la Iglesia, sobre la asunción que dicho hermano llegará a ser lo que debe ser durante su desempeño en el oficio. No es concebible que se pueda enseñar a un hermano de tal forma que entienda y adopte las doctrinas de la Biblia acerca del oficio de anciano o diácono en pocas semanas de capacitación. En las iglesias presbiterianas se requiere de los oficiales que adopten y reciban el sistema de doctrina de la Confesión de Fe de Westminster. Con toda seguridad, es imposible que alguien sea capacitado en cuanto al significado e importancia de dicha Confesión de Fe en pocas semanas de capacitación. Los candidatos propuestos deben ser aquellos que ya han demostrado amor por la verdad de Dios y un deseo consciente de crecer en el conocimiento de dicha verdad, tal cual está establecida en la Biblia. Habiendo puesto la capacitación en perspectiva, debemos decir que no hay nada malo en tener un período de capacitación después que los ancianos hayan sido propuestos para refrescar la memoria, y para familiarizar el candidato con los procedimientos, etc. Este período de capacitación podría ser también útil a los candidatos para determinar si es que ellos son o no llamados por Dios para servir. Cuando haya terminado el período de capacitación, cada uno de los candidatos debe ser encaminando por los líderes (Presbiterio o consistorio) de la iglesia para garantizar que se cumpla con los requisitos. El testimonio personal de los candidatos debe ser claro, el conocimiento de las Escrituras por parte del candidato debe ser profundo, su comprensión de las doctrinas de nuestra fe deben ser también profunda.

  2. Examen a los candidatos.- El candidato, como lo dice el apóstol Pablo en Tito 1:9 "debe ser apto para exhortar en sana doctrina y para refutar a quienes contradicen." El propósito del examen es asegurarse que los candidatos que van a ejercer el oficio de supervisión en la iglesia cumplan con los requisitos establecidos en las Escrituras. Los candidatos que reúnen los requisitos y que logren pasar el examen deben entonces ser presentados a la como quienes son aptos para ser elegidos.

  3. Elección.- Luego de haberse completado los exámenes se entra en el momento de la elección. Este es el tiempo en el que los líderes de la iglesia presentan los candidatos que han completado los exámenes con éxito. Sin embargo, esto no significa que dichos candidatos serán automáticamente elegidos al oficio para el cual han sido propuestos. La elección de oficiales de la iglesia es la oportunidad para que cada miembro de la congregación exprese su convicción en cuanto a la voluntad de Dios para con cada candidato. Cada miembro, en una actitud de oración, debe llegar a la convicción respecto a la voluntad de Dios para con cada candidato propuesto. Cuando se da el voto, la congregación pone en evidencia su voluntad colectiva respecto a cada candidato propuesto. Esto constituye un control de este procedimiento, pues ningún miembro de la iglesia debe dictar a dicha iglesia quiénes deben ser sus oficiales. Al contrario, cada miembro da su voto de conciencia y luego tiene que estar dispuesto a someterse a sus demás hermanos respecto al resultado de la elección.

  4. Ordenación.- Después que la elección de oficiales ha concluido, entonces los líderes de la iglesia deben determinar el tiempo en el cual ordenarán a los recién elegidos oficiales a sus respectivos oficios. Generalmente la iglesia ordena a los oficiales durante un servicio de adoración. Como ya lo dijimos anteriormente, nadie accede a un oficio en la iglesia mediante el auto-nombramiento. Al contrario, quienes hayan sido propuestos, capacitados, examinados, y elegidos deben ser llamados a su oficio de supervisión en la iglesia. Tienen que ser apartados de entre la congregación para el oficio mediante la imposición de manos y oración en la presencia de pueblo de Dios que los han reconocido como hombres de Dios dados a la congregación por el Señor mismo.

Este proceso podría parecer largo y tedioso para algunos, pero si una congregación lo hace fielmente y con una actitud de oración, resultará ser una fuente de bendición para dicha congregación. Pues, mediante ello, la congregación descubre a los varones de Dios de entre sus miembros, y en ello encontrará una gran y abundante provisión de un liderazgo piadoso para ellos, lo cual hará de la iglesia una iglesia fuerte y efectiva para los muchos años por venir.

Dos oficios han sido establecidos por Cristo en su Iglesia. En primer lugar tenemos el oficio de Presbítero, cuyo deber es el cuidado espiritual y el bienestar del cuerpo de Cristo. En segundo lugar, tenemos el oficio de Diácono, cuyo deber es cuidar de las necesidades físicas de la congregación y de llevar adelante el ministerio de misericordia. Aunque esta distinción parezca bastante simplista, sin embargo esto es fundacional. Las diferencias entre el oficio del Presbítero y el Diácono están, en principio, establecidas en el episodio registrado en Hechos 6:1-6

En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. (2) Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. (3) Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. (4)Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. (5) Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; (6) los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.

Notemos que el problema en cuestión en este texto es la necesidad física y el bienestar de las viudas. Aparentemete se había establecido la manera de cuidar de las viudas necesitadas por parte de la Iglesia. La discusión resultó en base a que las viudas de los judíos-griegos no estaban siendo bien atendidas. Cuando este asunto fue dado a conocer a los apóstoles, ellos decidieron que "no es justo que dejemos la Palabra de Dios para servir a las mesas" (Hechos 6:2). Pero, aún más, ellos declararon "nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra." De esta manera los apóstoles establecieron una división del trabajo entre aquellos que cuidan de la Iglesia. Los apóstoles sostenían que sus deberes primordiales estaban en la esfera del cuidado espiritual del pueblo de Dios, y que si se dedicaban a atender las necesidades físicas de la congregación se iban a desviar su deberes primordiales; es decir, de la ración y el ministerio de la Palabra.

El oficio del Presbítero continúa la tradición apostólica del cuidado espiritual del pueblo de Dios. El Señor Jesucristo le encargó al apóstol Pedro que pastoreara Sus ovejas, y el apóstol Pedro a la vez encargó a los presbíteros de la Iglesia (llamándolos compañeros presbíteros) el deber de pastorear el rebaño de Dios que está entre ellos (1 Pedro 5:1-5). Debe enfatizarse que los apóstoles no rehusaron el servir las mesas porque era algo que estaba muy por debajo de ellos, sino porque esto les desviaría de lo que Dios les había exigido como pastores del rebaño.

Por lo tanto, se le instruyó al pueblo de Dios que elija a varones especiales de entre la congregación para que atiendan las necesidades físicas de la congregación. Estos varones eran, según Hechos 6:3, "varones de buena reputación, llenos del Espíritu Santo, y de sabiduría." Estos varones sirvieron en la misma capacidad que aquellos que más tarde sirvieron a la iglesia como diáconos. La palabra "diácono" (diakonos) literalmente significa "apurarse por algo, buscar."

Así, pues, el diácono es llamado por Dios y confirmado por el pueblo de Dios como un servidor. El tiene que ocuparse de los asuntos de buscar al pueblo de Dios respecto a sus necesidades. El es alguien que sirve al pueblo de Dios con un corazón compadecido.

En muchas congregaciones los diáconos hacen algo más que recoger los diezmos y las ofrendas, pagar los recibos de luz, agua, o de arreglar el jardín de la Iglesia, cerrar o abrir las puertas, barrer la iglesia. Estos son deberes dignos, pero esto no es todo lo que debe hacer el diácono. En Hechos 6 estos proto- diáconos eran los administradores del cuidado de las viudas de la Iglesia. Según Santiago 1:27 es una señal de "la religión pura y sin mancha es esta, visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones." Los deberes del diácono son todo lo que es necesario dentro de los límites legítimos del ministerio de la iglesia para servir a las necesidades físicas del pueblo de Dios.

Históricamente, el ministerio diaconal ha dado de comer a los necesitados, provisto de techo a los que no tienen casa, vestido a los desnudos, visitado a los encarcelados, educado a los ignorantes, y cuidado a los enfermos. En otras palabras, el plan de Dios para el bienestar que es parte inherente de la comunión de los santos y el ministerio diaconal de la iglesia está diseñado para promoverlo y desarrollarlo. Los diáconos deben ayudar al pueblo de Dios a administrar su dinero, ofrecer préstamos a los pobres sin interés en casos de emergencia, y ayudar a la congregación a manifestar la compasión y misericordia de su Dios en maneras concretas y medibles. Ciertamente, cada cristiano debe ser un siervo, y los diáconos deben conducirlos por el sendero del auto-sacrificio y servicio sin egoísmo, en el nombre, y para la gloria del Señor Jesucristo.

UNA BREVE EXPLICACION DE LOS REQUISITOS PARA EL OFICIO DE DIACONO

A medida que la iglesia maduraba durante el primer siglo, el oficio de diácono llegó a ser un oficio permanente en la vida y ministerio de la Iglesia. El apóstol Pablo trata más ampliamente los requisitos para el oficio de diácono en 1 Timoteo 3:8-13. Los requisitos estás enumerados con una breve explicación de cada uno de ellos. También presento una escala de evaluación para ser utilizada por la congregación en la evaluación de los candidatos potenciales al oficio de diácono.

Requisitos Positivos

A. Honestos.- Viene del griego semnous que significa reverendo, augusto, venerable, serio, seriedad de propósito, auto-respeto en conducta. El diácono debe ser un hombre de dignidad. No debe ser soez ni de malas maneras en el cuidado de las necesidades del pueblo de Dios. El oficio que el ocupa requiere una actitud de reverencia.

B. Conciencia Limpia.- Este requisito se encuentra en 1 Timoteo 3:9. Se requiere que el diácono sea un varón que esté "manteniendo la fe con clara conciencia," literalmente significa "con limpia (kathera) conciencia." "La Fe" a la que se refiere este versículo es el depósito de la doctrina cristiana revelada por nuestro Señor y el ministerio de los apóstoles. Se le llama "misterio" porque sólo es conocida por Dios quien la ha revelado mediante los profetas y apóstoles, y porque sólo es verdaderamente conocida cuando Dios la aplica al corazón por la obra soberana del Espíritu Santo. El diácono debe ser alguien que evidencia un mantenimiento tenaz de la santa fe y que lo hace con conciencia limpia. Es decir, su conciencia debe ser limpia de cualquier pecado no confesado o de algún motivo impuro. Debe abrazar la fe motivado por una sincera conciencia de su pecaminosidad y de un corazón genuinamente arrepentido.

C. Irreprensible.- Esta palabra viene del griego anegkletos y que significa "hacer entrar/hacer intervenir/pedir la ayuda de," pero esta palabra compuesta está precedida de un prefijo negativo, por lo cual indica "lo que no puede cuestionarse." Es decir, un varón está libre de todo reproche si después de una profunda investigación no se encuentra nada en su contra. Nadie debe estar en la posibilidad de acusarlo de tener un carácter mentiroso, de adustez, de impiedad en sus negocios, etc. No debe ser diácono en la Iglesia de Cristo sin haber pasado por un período de prueba. En Hechos 6:3 los apóstoles exigen que estos varones que van a servir a la congregación deben ser "varones de buena reputación." Si un varón no tiene buena reputación, si se tiene reproches contra él, entonces no cumple los requisitos para servir como diácono.

D. Marido de una sola mujer.- Literalmente, el diácono debe ser "hombre de una sola mujer." Es decir, si el potencial diácono es casado debe caracterizarse por una incuestionable fidelidad a su esposa. Un varón no está calificado para cuidar de las necesidades de la esposa de Cristo (la Iglesia) ¡si hubiera la más pequeña duda de su fidelidad a su propia esposa! Si el potencial diácono no es casado, éste debe caracterizarse por una pureza y soltería de corazón por los conceptos bíblicos del matrimonio y del sexo.

E. Buen administrador de sus hijos y su casa.- Si hay hijos en el hogar, éstos deben estar claramente bajo su autoridad y control. La palabra griega que se traduce como "administrador" literalmente significa "gobernar." Sus hijos deben ser disciplinados. El diácono debe entrenar a sus hijos en las doctrinas de la Palabra de Dios. El potencial diácono debe ser un varón que entiende sus deberes bajo el Pacto de su Dios. Debe gobernar bien su casa. Si un varón no puede cuidar de las necesidades de su propio hogar, ¿cómo puede cuidar de las necesidades de la familia de Dios?

Requisitos Negativos:

A. No ser de doble ánimo.- La palabra griega que describe esta característica es dilogous que literalmente significa "decir la misma palabra dos veces." El diácono no debe ser chismoso. La indicación es que, en su conocimiento íntimo de las necesidades de la gente, puede estar tentado a repetir palabras que no debieran repetirse; o que de su opinión particular acerca de un suceso a una persona y otra opinión distinta a otra persona. Esto no debe hacer un diácono.

B. No dado al vino.- Es decir, el diácono no debe ser un varón que es controlado por el vino o cualquier otra influencia externa. La palabra que de traduce como "dado/adicto" puede ser traducida literalmente como "entregarse a." El diácono debe entregarse solamente al Señor y al Espíritu Santo. En Hechos 6:3 los apóstoles exigieron que el diácono sea un varón "lleno del Espíritu Santo y de sabiduría." Debe notarse que no se exige la abstinencia total; aunque, si alguien lo considera sabio, pude libremente escoger abstenerse.

C. No amante de ganancias deshonestas.- Es decir, el diácono no debe estar muy preocupado por el dinero, o utilizar su oficio de diácono como una manera de enriquecerse. El diácono al cuidar de los pobres, huérfanos, viudas, u otros necesitados del rebaño estará involucrado en el manejo de fondos. Por lo tanto, debe estar libre de un impío deseo de enriquecerse.

Este material fue adaptado para la Iglesia Raah. Para ver todo el Texto, visite: http://www.clir.net/pdf/boletin0402/0402rbarnes_comoseleccionarancianos.pdf

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